Monday, June 08, 2009

Los días que vivimos en peligro - reseña

Juan Diego Incardona y Santiago Llach (comps.) Emecé

“Dieciséis escritores argentinos narran los hechos que conmovieron al país”, dice la -cuanto menos- imprecisa tapa del libro que en realidad contiene relatos situados en los días de los hechos.
Con el desafío de contar cosas sobre las que el lector tiene imaginario previo -lo que facilita la comunicación pero aumenta la dificultad de crear un territorio de emotividad singular-, el libro engrosa la tendencia editorial de antologías temáticas; el resultado es desparejo. De Cromañón (Drucaroff) tenemos veinte monótonas páginas de un encuentro entre ex esposos de clase media ochentosa resentidos, narradas como monólogo mental catártico, y sólo al final sorprende el aviso de que el hijo esa noche va a ver a Callejeros; así, la única vitalidad del cuento depende de la asunción de la noticia (y por otra parte, la lectura del hecho ubica a los jóvenes muertos como objetos del accionar o no accionar adulto).
Hay varios textos que le adosan al “hecho” una historia débil donde desplegar un panfleto para cantar la posta sobre el marco político en que se produjeron Malvinas, el suicidio de Yabrán o la toma de La Tablada; nos enteramos de las contradicciones de cierta izquierda, del medio pelo radical, el tufo de los noventa, etcétera.
Otros forjan una trama de afectividad donde pasa algo. El "hecho" puede quedar como telón de fondo televisivo (Oyola con Kosteki y Santillán) o desplazado por un acontecimiento personal (Enríquez sobre Efedrina 94, hecho incluido acaso con sorna), aunque algunos buscan que, en la escena ficcional, el hecho vuelva a conmover, como en los cuentos del 19 y 20 (Jeanmaire), AMIA (Plotkin) o en el divertido e interesante de Juan Leotta sobre la explosión en Río Tercero. Divertido también puede resultar el de Kohan sobre el alzamiento carapintada de Semana Santa, con prostitutas de compromiso cívico y amigos televidentes con escarceo genital. Cucurto afirma sujetos que, callados por el sentido común progresista, habitan la excreción -el culo- de una sociedad estructuralmente compuesta por dueños y despojados, en un relato “cocaína-anilina-colibrí-cocaína” con el Riachuelo congelado en los días de Gobierno vs “Campo”.