Tuesday, February 05, 2008

EL DISCURSO VACÍO - Mario Levrero
(Notas de Febrero 2007)

Es un diario de un tipo para consigo mismo, su combate contra la ansiedad y el sabor amargo de lo que podría haber sido más y no fue. Es uno de esos libros donde el autocastigo y el sufrimiento redimen, ya no a la manera cristiana, pero sí ante la vista de los otros: en esta cultura de la autopromoción, despreciarse otorga credibilidad.

Es un diario aunque como proyecto no busca mostrar la sucesión cotidiana de la vida. Sencillamente busca escribir cada día como puro ejercicio físico de manos, birome, papel, trazo: el discurso no existe, o más bien sí pero es vacío.
Pero algo de la trama diaria de la vida del escritor se filtra, y entonces el libro, en principio experimento puramente formal + otra serie de apuntes con reflexiones sobre ese experimento, se lee como una novela.
Ese carácter novelesco se filtra en el plan del autor; es un inesperado, una condición que la apuesta no contenía en principio sino que adoptó en su concreción. El experimento toleró la novelización.
La sencillez y la trascendencia son logros al unísono en El discurso vacío. Es un libro-dispositivo. La figura del dispositivo de escritura sería la de una idea-acto que organiza productivamente las potencias hasta entonces estaban en estado potencial (vale la redundancia). Como si una decisión de escribir atinada hiciera perceptible y a la vez ordenara lo que hay que escribir. El pensamiento novelesco de la vida es un ejemplo de lo que estaba yirando como células dormidas esperando que el cerebrito mandara la orden de una buena vez.
El dispositivo, este mecanismo de escribir a diario buscando una grafía prolija y regular con el objeto de que tales serenidades se trasladen entonces a su estado psíquico, pone empero a Levrero en posición de pensar la minucia cotidiana. Porque esa minucia es la escena anímica y material del experimento, y el experimento se realiza con energías propias de esa escena. Ahora bien, es sobre ese plano de mundana cotidianeidad donde encuentran su lugar específico los grandes lugares que ubican la vida, las verdades básicas (el estatuto de las creencias, la naturaleza y grados de nuestra libertad, el vínculo conciencia-cuerpo, el vínculo entre la voluntad y las circunstancias, entre deber-querer-poder, etcétera) que precisamente por ser las verdades de siempre, como dice Alonso, deben ser revisadas, reformuladas, transitadas de nuevo (sobre todo por lo de nuevo), cualquier cosa salvo dadas por obvias.